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El azar es el 90% del éxito. Pero hay que estar preparado para atraparlo

  • Foto del escritor: Serghei Visnevschii
    Serghei Visnevschii
  • 15 sept
  • 3 Min. de lectura

En el deporte, y en el tenis en particular, todo se decide en un instante. Puedes estar en la posición perfecta, ajustar la cámara y conocer al jugador de memoria, pero la foto más poderosa nace de repente, en una fracción de segundo. Puede ser una gota de sudor en la nariz de Nadal, la caída alegre de Świątek sobre la pista o el rugido de Djokovic después de un punto decisivo. Esos momentos no se inventan, solo se atrapan.


© Sergey Vishnevskiy


Recuerdo el US Open 2019: Serena Williams saltó por encima de la pelota al final de un gran intercambio. Tenía la cámara lista, disparé justo a tiempo y allí estuvo el momento. Si hubiera parpadeado, me lo habría perdido.


La técnica importa, claro, pero no lo es todo. Mi Nikon D5, con lentes que van desde un ojo de pez hasta un 200–500 mm, es solo una herramienta: sin el instante adecuado, las fotos serían simples imágenes de golpes.


Hay que estudiar el lugar de trabajo. En grandes torneos como Roland Garros o el US Open, las mejores perspectivas a menudo se encuentran en las llamadas “troneras” detrás de la pista. A la altura de los pies de los jugadores puedes capturar ángulos muy inusuales, con dinámica y emoción. En París, una vez conseguí el instante en que Zverev cayó al suelo por una lesión: una foto dura, pero histórica. También se puede aprovechar la altura de las gradas y el teleobjetivo: los ángulos sorprenden.


En torneos pequeños también abundan las oportunidades. La atmósfera es más tranquila, hay menos público, y se puede trabajar sin presión, construyendo la foto. En un “challenger” me tocó retratar a un juvenil que lloró tras su primera victoria. Para él era la cima, y la imagen resultó más honesta y poderosa que cualquier pose en una pista central.


Conocer el juego ayuda mucho. Si el partido va al quinto set o a un tie-break, significa que pronto llegarán las emociones: hay que estar listo. Sigo de cerca las estadísticas de la ATP y la WTA para anticipar “el punto de ebullición”. Siempre trato de sentarme en el mejor lugar posible, lo más cerca del jugador. En el Australian Open 2020 logré captar la mirada de Nadal a su entrenador antes de un punto decisivo: decía más que mil golpes. Aunque tampoco hay que olvidar los planos más generales.



© Sergey Vishnevskiy, Kareem Elgazzar, Michael Helman


A veces, para conseguir la foto hay que arriesgar. En Roland Garros me colé en una zona restringida sobre la tribuna VIP para captar un saque desde un ángulo poco común. Lo importante es no cruzar la línea roja: una descalificación del fotógrafo nunca es un buen final.


Y siempre hay que recordar los límites. Los jugadores están trabajando, igual que nosotros. Fotografías en vestuarios o momentos privados sin permiso son un tabú. Es cuestión de respeto.


Al final, todo se reduce a una regla sencilla: el azar decide, pero el azar favorece a los preparados. La cámara siempre conmigo. Incluso el smartphone a veces salva la situación, como en los pasillos bajo las gradas, donde nacen imágenes inesperadas. De mil fotos, una se convierte en especial. Y no se trata de genialidad, sino de perseverancia, atención y disposición para atrapar el momento.


Y son precisamente esos momentos los que convierten una foto en historia.

 
 
 

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