Cómo funciona el sistema de acreditaciones en los torneos de Grand Slam

Cada vez que cuelgo una acreditación con los nombres Roland Garros, Wimbledon o US Open alrededor de mi cuello, algo hace «clic».

Entras otra vez en un mundo donde cada movimiento está regulado por normas estrictas, donde todo respira historia, y donde un solo pase te abre puertas que un espectador común nunca cruzará.

Muchos asumen que acreditarse es solo rellenar un formulario en la web y colocarse una placa en un cordón. En realidad es un sistema de filtros, controles y confianza construido durante años. Los cuatro Grand Slams ya operan bajo estándares comunes: estructuras de solicitud similares, exigencias uniformes de experiencia y reglas de comportamiento parecidas en las pistas.

En cada torneo hay dos departamentos distintos: el de prensa para los periodistas escritos y el de fotografía para los fotógrafos. Este último lo dirige el Chief Photo Manager, quien decide a quién conceder la acreditación, por cuánto tiempo y con qué nivel de acceso: sólo fase clasificatoria, primera semana o rondas finales.

A los fotógrafos se les otorgan distintos niveles de acceso. Durante la clasificación puede haber mayor libertad de movimiento, pero desde que inicia el cuadro principal, cada posición ya está predeterminada. Los fotopits a lo largo de las pistas — especialmente en las pistas centrales — son sagrados. Cada lugar tiene su número y está asignado a una agencia, asociación (ATP / WTA) o fotógrafo en particular.

La regulación más estricta se aplica en Wimbledon: si violas el protocolo — por ejemplo, ocupar un lugar ajeno — puedes ser retirado del court de inmediato. Roland Garros, el US Open y el Australian Open siguen los mismos principios, aunque con un margen ligeramente mayor de flexibilidad.

Trabajar en un importante torneo de tenis te otorga derechos y responsabilidades.

Cada fotógrafo acreditado recibe una tarjeta plástica con un código QR que contiene toda su información: nombre, país, nivel de acceso y periodo de validez. Esta tarjeta no es solo un gafete, sino tu pasaporte para el torneo. Si la pierdes — probablemente no se reemplace. Sin ella no pasas por seguridad, no entras al centro de prensa ni accedes a ninguna pista. Perder el credential es prácticamente un fin de torneo.

Un dato interesante: cada día se carga un crédito específico a la acreditación, que puedes usar en el restaurante de prensa o en el food court — por ejemplo, para adquirir el famoso Honey Deuce en el US Open. Así que la tarjeta no sólo vale para acceder, también funciona como pequeño “monedero” durante el torneo.

En los cuatro Grand Slams funcionan centros de servicio Canon Professional Services (CPS) y Nikon Professional Services (NPS). Allí puedes alquilar una lente u otra cámara si tu equipo falla, o probar el equipo necesario. Muchos fotógrafos evitan llevar superteleobjetivos voluminosos — los piden directamente en los servicios oficiales del torneo. Es práctico, fiable y reduce carga logística.

La acreditación no es premio al talento, es un adelanto de confianza. Debes cumplir las normas y respetar a los colegas. La regla fundamental: no estorbar a los jugadores — sé discreto, atento y consciente del momento. Todos lo saben: el jugador juega, el fotógrafo dispara.

Consejos para fotógrafos emergentes:

– Empieza en torneos locales y challengers — te dan los primeros créditos para solicitar acreditaciones en Grand Slams.

– Crea un portafolio con imágenes vibrantes y emocionales — estas fotos se valoran más que tomas técnicamente perfectas pero vacías.

– Trabaja con una agencia o medio — las solicitudes grupales tienen más peso que las individuales.

– Solicita con tiempo: las fechas límite de los Slams suelen darse 2–3 meses antes del torneo.

– Cuida tu credential como oro. No es solo una tarjeta plástica — es tu llave al mundo del Grand Slam.

Los torneos de Grand Slam no son solo tenis. Son organismos vivos en los que todo funciona como un reloj suizo. Y cuando cruzas por primera vez la seguridad con tu badge Photographer, lo sientes: formas parte de algo grande — aunque sea por dos semanas, estás más cerca del tenis que nadie más.